Moda

PINSÓN en Universo MOLA: una pasarela sin prendas donde el caos crea ciencia, raíces y vida


Juanita Gómez Zapata

Pasarela

PINSÓN en Universo MOLA: una pasarela sin prendas donde el caos crea ciencia, raíces y vida

Por Juanita Gómez Zapata.

 

PINSÓN abrió el bloque de desfiles de la Semana de la Moda Sostenible en Bogotá con biomateriales hechos prendas.

 

Presentación de los looks finales de la pasarela PINSÓN en Universo Mola Fashion Week 2025 | foto por: Juanita Gómez

 

En el silencio expectante de un jueves cualquiera, la Universidad EAN se transformó en el escenario de un laboratorio estético. Afuera, el bullicio propio de una ciudad que no para. Adentro, tras bastidores, la moda se cocinaba con paciencia de alquimista. El telón estaba a punto de alzarse en la cuarta edición de Universo MOLA Fashion Week, y la marca que inauguraba la serie de pasarelas —PINSÓN— no traía lentejuelas ni brillos, sino hongos, bacterias y residuos orgánicos convertidos en diseños.

UMFW reunió a diseñadores, investigadores, emprendedores y visionarios de toda Latinoamérica bajo un mismo manifiesto: la sostenibilidad no es una tendencia, es una urgencia. Originario de Uruguay, este movimiento internacional de moda sostenible no solo promueve el networking y el reconocimiento de la cadena de valor de la industria, sino que es también un espacio para la provocación, la imaginación y la reescritura de las reglas de lo que significa crear.

Y fue allí, en medio de fibras naturales, textiles vivos y pigmentos de la tierra, donde PINSÓN —marca fundada por la colombiana Luisa Fernanda Pinsón Rey— hizo su primer vuelo público. Más que una pasarela, su presentación fue una declaración. Un rito.

“Lo importante acá es mostrar los materiales, no tanto las prendas. Estamos simulando una prenda cuando en realidad lo esencial es que vean cómo el material puede moldearse.”, Señalo Valeria Ferré, parte de el Equipo de Backstage.

Porque PINSÓN no nace desde el afán de vestir. PINSÓN nace desde el recuerdo. Desde una raíz que se ramifica en ciencia, memoria y futuro. Desde los tejidos invisibles de las voces que nos preceden. El nombre honra a sus antepasados —a través del apellido de su fundadora—, pero también al ave Pinzón, esa pequeña especie que Darwin estudió en los Galápagos y que fue clave para comprender cómo se adaptan los seres a su entorno. Esa es, también, la esencia de esta marca-laboratorio: observar, transformarse, atreverse.

En lugar de una colección tradicional, PINSÓN presentó materiales vivos, desarrollados a partir de residuos agroindustriales como semillas de aguacate, cáscaras de naranja, borra de café, hojas de piña y cáscaras de huevo, combinados con fibras como el junco, la lana de Boyacá, el lino o el cáñamo. También incorporaron organismos como hongos, algas y celulosa bacteriana, explorando las fronteras entre lo textil y lo biológico. Los tintes provienen de cáscaras de mangostino, hoja de coca o café.

Y con esos materiales nacieron piezas únicas, muchas de ellas construidas justo antes de salir a escena. Los "cueros" hechos con colágeno —flexibles y traslúcidos— tenían la textura y el brillo de una piel de cerdo cocinada, evocando lo orgánico desde la forma. Un modelo llevaba un pliego de este material, atado al cuerpo con cuerdas –También orgánicas-, y en ese gesto emergía una suerte de vestido primitivo, crudo, hermoso. Otro modelo desfiló casi que solo cubierto por collares de biohilos de algas, teñidos con pigmentos naturales. En el pie derecho, cuerdas amarradas a modo de accesorio. En el izquierdo, una prolongación del textil, como si la planta de su pie germinara. Las chicas lucían los cueros como chales, chalecos, o bufandas de diseño futurista. Y tras bambalinas, todo cobraba vida con grapadoras, ganchos, clips y manos ansiosas. La ropa no se preparaba: se descubría en el proceso.

Mientras el público se sentaba a esperar el inicio del desfile, tras escena se vivía otro tipo de ceremonia. A las 10 de la mañana llegaron los equipos para montar el espacio. Ninguno de ellos tendría tiempo de ver el desfile en vivo. Como dice Lina Pagua, estudiante de la Arturo Tejada Cano y parte del equipo técnico: “Las personas que hacemos que esto sea posible lo podemos ver solo una vez después, por medio de fotos o videos. Pero es parte de estar backstage. A cambio, vivimos lo que nadie más ve.”

El material estrella fue el colágeno. Flexible, resistente, moldeable. Una especie de cuero del futuro que no depende de la muerte para existir. Pero también se destacaron los accesorios elaborados con cáscaras de huevo, que no solo sorprendieron por su estética, sino por su solidez y carácter. “Los puedes usar como joyas, como prendedores. Ya no ves un desecho. Ves un statement.”, agregó la diseñadora.

Y los collares, de una belleza orgánica y discreta, fueron tejidos con biohilos de algas, teñidos con café o remolacha. “Trabajé materiales que encontramos fácilmente en la ciudad. Pero en el laboratorio hay mucho más en exploración. Aún no sale a la luz pública porque falta desarrollo.”

Todo eso era parte del gesto disruptivo de Luisa Pinsón. Su presentación no fue una colección. Fue un manifiesto visual de procesos. En sus propias palabras: “Hoy fue el lanzamiento de la marca. Realmente me abro a ser PINSÓN: comercialmente como marca, y públicamente como laboratorio textil también. Que se venga lo que se tenga que venir.”

Esa apertura pública marcó no solo un hito profesional, sino también emocional. Porque emprender un camino desde lo experimental y lo sostenible, muchas veces implica recorrerlo casi en solitario, sin referentes claros ni comunidades consolidadas. Fue justamente en ese vacío donde Luisa encontró en el movimiento MOLA un espacio de afinidad y resonancia.

“Trabajar temas de sostenibilidad a veces puede sentirse un poco solo, específicamente cuando se trabaja con biomateriales o con ciencia, pero ver tanto como el ánimo, como lo tesos y lo duros que son las personas y los diseñadores, no solo acá en Colombia sino también en Latinoamérica, es increíble.”, comentó Luisa.

El desfile fue intenso, emotivo. Y quienes lo vieron desde las sillas del público —cómodos, quizá sin saber lo que ocurría al otro lado de la cortina—, presenciaron solo la última capa de un proceso extenso, delicado en la creación, pero lleno de adrenalina antes de salir al ruedo.

Ver un desfile como el de PINSÓN es una experiencia que cambia cuando se ha vivido el detrás de escena. La gente que asiste desde el público se lleva la parte más hermosa, la que se muestra. Pero cuando se ve el compromiso, el estrés creativo, la improvisación sabia y la entrega absoluta de cada persona involucrada, es ahí que se comprende el verdadero valor de una pasarela.  

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