Especial cuerpo

Menstruación trans y no binaria


Elena Bermúdez Rivera

Menstruación trans y no binaria

Texto: Elena Bermúdez Rivera

elena.bermudez@javeriana.edu.co

Ilustraciones: Lucía Federica

Bio: Soy editora en Directo Bogotá y actualmente hago mi práctica en la Escuela de Periodismo Multimedia de El Tiempo. Estoy en mi último año de Comunicación Social y Antropología y tengo interés en la investigación y el análisis de problemáticas socioculturales. Me apasionan los temas de género, de salud y la conexión que existe entre ellos.

 

Menstruación trans y no binaria

En una sociedad donde el género sigue marcando desigualdades, la menstruación continúa siendo un tema silenciado, confinado al ámbito privado y rodeado de estigmas. Pero en los últimos años, activistas y organizaciones han llevado el debate a la esfera pública, visibilizando experiencias que hasta ahora han sido ignoradas. Entre ellas, las de personas con experiencias trans-masculinas y no binarias que menstrúan, y que enfrentan barreras tanto en el acceso a la salud como en la educación menstrual que reciben.

Muchas de las propuestas que se han adelantado en las luchas por los derechos menstruales ponen a la mujer en el centro de la disputa; siempre se termina asociando el sangrado a un proceso biológico por el que atraviesan las mujeres. Por ejemplo, se han logrado radicar leyes, como la Sentencia T-398 de 2019 de la Corte Constitucional, que obliga al Distrito Capital a suministrar productos de gestión menstrual a mujeres habitantes de calle. A pesar de ser un logro para una población, estos avances suelen ser una barrera para ejercer el derecho a la identidad de otras personas que menstrúan.

Este es el caso de los hombres trans, personas a quienes se les asignó el género femenino al nacer, pero que se identifican como hombres, y de las personas no binarias, quienes no se identifican exclusivamente como hombres o mujeres, sino que pueden sentirse identificadas con ambos géneros, con ninguno o con elementos de los dos. Todas estas personas también menstrúan.

 

Sobre la experiencia menstrual de hombres trans

Río es un joven con identidad trans y no binaria de 23 años, fue estudiante de medicina en una universidad pública en Bogotá; ahora estudia trabajo social. Para él fue necesario transformar por su propia cuenta la idea que tenía sobre la menstruación. “Después de deconstruir la idea, ya no lo veo como algo femenino, sino como algo natural del cuerpo”, expresa.

 

Pero esta no es la misma experiencia de otros hombres trans que menstrúan y sienten mucha disforia o incomodidad cuando su sexo asignado al nacer no coincide con su identidad de género. Existe un imaginario que lo asocia a lo femenino, entonces poco o nada se habla de las menstruaciones diversas.

Iván Danilo Donato, un hombre trans, activista por los derechos sexuales y reproductivos, plantea que personas antiderechos aprovechan estos escenarios para reforzar los discursos violentos que niegan las identidades diversas. “Utilizan la biología de los cuerpos de las personas para clasificarlas según el sexo, como si sexo y género fueran lo mismo. Entonces asocian directamente la biología sexual de una hembra, de tener útero, al género mujer”, explica. Esto es problemático porque las identidades trans y no binarias son negadas y, además, su experiencia menstrual es invisibilizada.

A esto se le suma el vacío de información y de censos que existe sobre las vidas trans y no binarias en Colombia. El DANE no cuenta con registros oficiales de sus datos demográficos. Quienes han trabajado en la formulación del Proyecto de Ley Integral Trans, radicado en el Congreso el 31 de julio de 2024, adelantaron un censo de esta población en el país. Por medio de alianzas entre personas y colectivos, realizaron encuestas para tener conocimiento de la realidad de ellas en el territorio colombiano. Sin embargo, esta no es información pública, pues como la transfobia es una realidad amenazante que atraviesa la sociedad colombiana, son datos que deben ser protegidos.

Como explica la ginecobstetra Diana Carolina Vargas, los censos que existen de la población LGBTIQ+ en el Distrito y en el país son generales y no presentan datos específicos sobre, por ejemplo, la población de hombres trans. Según la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) y su submuestra, la Encuesta Pulso Social (EPS), del DANE, se estima que hay 500.000 personas LGBT en Colombia, pero no hay información para distinguir el porcentaje de hombres trans o de personas no binarias.

Para el periodo de enero a mayo de 2022, la encuesta EPS consultó a 54.577 personas, de quienes 675 se identificaron como población LGB (lesbianas, gais y bisexuales) y 464 como trans (personas que no se identifican con el sexo-género asignado al nacer); es decir, un total de 1.139 personas pertenecientes a la población LGBT. De esa muestra, el 62,5 % de la población LGBT tiene entre 25 y 54 años, lo que sugiere que probablemente estén en edad de menstruar. Según la Organización Mundial de la Salud, la menarquia ocurre en promedio a los 12 años, y la menopausia, alrededor de los 51 años. Sin embargo, no es posible conocer qué población de los 1.139 realmente tienen un cuerpo menstruante.

Esto, además, es un problema de representación de la población, pues mezcla la orientación sexual de la población LGB con la identidad de género de las personas trans y las personas cis, aquellas cuya identidad de género coincide con el sexo que les fue asignado al nacer. La primera consiste en la atracción sexual o emocional que una persona siente por otra, mientras que la segunda se refiere a quién es y cómo se identifica una persona.

La ginecobstetra explica que esto ha representado un reto en la medicina: “Si yo quisiera hacer una caracterización de los pacientes que estoy tratando y necesito saber cuál es el número o la muestra significativa, no lo sé porque no sé cuál es la población global trans de Bogotá. No existen esos datos”.

 

La salud trans: dependiente de los tiempos jurídicos

Estos vacíos de información y de invisibilización de las vidas trans también impactan en su acceso a la salud. En muchos casos, las personas deben decidir si priorizar su derecho a la identidad de género o su derecho a la salud. Esto se debe a barreras que pueden incluir la discriminación y el maltrato recibido de parte del personal de un establecimiento, el misgendering (referirse a alguien con un género que no es el suyo), el no encontrar toallas higiénicas y tampones en los baños de hombres, los vacíos en la formación de los médicos en la atención en diversidad sexual y de género y la imposibilidad de acceder a consultas.

Iván, desde su activismo, explica que el sistema de salud aún sigue un esquema de binarismo de género muy fuerte, porque los hombres tienen derecho a la atención en urología, y las mujeres, en ginecología. Pero “cuando un hombre trans cambia su sexo en la cédula de femenino a masculino — un procedimiento legal que, se otorgó por sentencia y por decreto—, pierde el derecho a la ginecología y obstetricia, porque el sistema de salud toma su documento legal para brindarle esos servicios”, concluye. Lo que termina ocurriendo en estos casos, es que la persona debe acceder a sus derechos a través de una tutela —que, por lo general, se resuelve a favor—, pero la salud se vuelve dependiente de los tiempos jurídicos.

Iván también habla sobre una barrera que suelen atravesar hombres trans en la atención ginecológica. Al tener que hacerse una ecografía transvaginal, un nombre masculino, como “Iván Danilo”, nunca es llamado por el altoparlante, pues “creen que es un error en el sistema; para ellos es más fácil creer que hay un error a que existe una persona trans que necesita ese servicio”.

Ahora bien, cuando los funcionarios del sector de la salud sí reconocen la identidad y la transición de género de una persona, también operan discriminaciones y violencias que provienen del desconocimiento y la falta de formación del personal en esos temas.

Río cuenta que, desde su experiencia en la transición médica, quienes lo atendieron no conocían los términos ni entendían la situación. Desde ese desconocimiento, los médicos asumieron cosas que para él fueron poco profesionales: “No entendían bien y me preguntaron que cuándo me iba a hacer la histerectomía y yo ni siquiera tengo la idea de hacérmela. Desde la salud sí está muy marcada esa forma correcta de transicionar médicamente”, reflexiona.

Así, para el sistema de salud, hay procesos médicos o quirúrgicos que le dan cierta validez a la transición de género, pero la falta de protocolos profesionales para tratar a esta población refuerza las ideas que violentan la identidad de género y los procesos personales y únicos de cada transición.

Frente a esta situación, se han hecho avances que deben amplificarse. Por ejemplo, la Clínica de Género de la Subred Integrada de Servicios de Salud Norte, una iniciativa de la Secretaría de Salud, es la primera clínica de género de la red pública hospitalaria en Bogotá que presta sus servicios a toda la población trans, sin importar la localidad donde viven. Ofrecen servicios de psiquiatría, endocrinología, ginecología, odontología y enfermería con personal capacitado en enfoque diferencial para una atención digna.

La ginecobstetra Diana Carolina Vargas trabaja en esta institución, que desde hace un año ha atendido a 56 hombres trans y a cinco personas no binarias. Ella explica que la atención que prestan busca reconocer las preferencias heterogéneas de la población, pues cada transición es diferente. Han atendido a hombres transgénero que desean o no recibir terapia hormonal, someterse o no a una mastectomía o histerectomía, y continuar o no menstruando. Para hacer este acompañamiento, todo el personal de la clínica —incluidos los de seguridad y mantenimiento— han recibido capacitaciones en diversidad sexual y de género.

Además, Vargas reconoce que como clínica de género tienen una responsabilidad por compartir sus conocimientos con otras instituciones y con los trabajadores del sector de la salud: “En nuestra labor también está la responsabilidad de sensibilizar sobre cómo tratar a pacientes trans, pues más allá de los pensamientos que tenemos como personas, como médicos hicimos un juramento”.

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos que esta institución ha realizado, la mayoría de las clínicas, hospitales y centros de salud continúan reforzando barreras de acceso y atención en salud menstrual para la población trans y no binaria. Quienes no han tenido las vías para asistir a la Clínica de Género o a centros con ese enfoque diferencial, han tenido que informarse sobre todas las implicaciones médicas de su transición por su propia cuenta.

 

Barreras de acceso a la educación menstrual

“Si vas a transicionar médicamente, casi que te toca volverte experto en salud, por todo el desconocimiento que hay sobre el tema. A uno le toca buscar la información por donde sea: en los blogs de otras personas trans contándonos experiencias, en artículos publicados, etc. Entonces, terminas viviendo la transición también académicamente”, reflexiona Río. La información que le han brindado los expertos en salud no se compara con la calidad de información que ha encontrado en internet y en fuentes que no son oficiales.

A Iván le sucedió lo mismo: “Tuve que aprender por mi cuenta, porque a mí nadie me enseñó. Mi propio activismo, viviendo todas las barreras y todas las violencias fue lo que me llevó a responderme todas las preguntas que tenía. Nosotros no tenemos de dónde agarrar para aprender sobre nuestras experiencias menstruales”.

La falta de acceso a la salud no es un problema aislado: detrás hay un vacío en la educación sexual. Los referentes que hombres como Río e Iván tienen sobre la menstruación trans son gracias a sus búsquedas exhaustivas de manera personal. Río se encontró con personajes de hombres trans que menstruaban en series de televisión, e Iván aprendió de la incidencia de la colectiva bogotana AlienHadas, pero no encontraron ninguna institución oficial que abordara estos temas de forma integral.

Por eso, contar con espacios de educación y socialización no solo ayuda a derribar tabúes, sino que también permite acceder a información clave sobre sus propios cuerpos. Para tomar decisiones informadas sobre su salud es fundamental entender, por ejemplo, que el tratamiento hormonal con testosterona puede modificar el ciclo menstrual —deteniendo el sangrado o alterando el flujo— y también puede cambiar la lubricación y el tamaño vaginal, por lo cual la copa menstrual puede no ser la más apta para gestionar el sangrado.

Por eso es tan importante apoyar los esfuerzos de educación y atención en salud con enfoques diferenciales. “Hace falta más representación, más visibilidad, para que la gente sepa que esos cuerpos existen. A mí me ayudó mucho ver en ficción a personas trans que pasaban por los mismos procesos que yo, hombres que menstruaban. Falta que la educación y la salud llenen esos vacíos de desconocimiento”, concluye Río.

 

Se estima que hay 500.000 personas LGBT en Colombia, pero no hay información para distinguir el porcentaje de hombres trans o de personas no binarias.


 

Se habla poco de las menstruaciones diversas porque la menstruación se asocia a lo femenino


 

La falta de acceso a la salud y la educación son barreras para los derechos menstruales.


 

La Clínica de Género de la Subred Integrada de Servicios de Salud Norte presta sus servicios a toda la población trans.


 

Hay más referentes educativos en la ficción y en el activismo que en instituciones oficiales.


 

 

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