Crónica

El Cuerpo


Julián Isaza

La Sustancia

El cuerpo

Hace unos meses se estrenó la película La sustancia, que fue nominada a diversos premios como los Oscar, los Globo de Oro y los Bafta y ganó en algunas categorías. La cinta fue inesperada y demoledora, y produjo una pequeña revolución en las salas de cine y en las páginas de la crítica. Fue extravagante, agresiva, incorrecta, brutal, corrosiva. Y recuerdo vivamente la sensación que me produjo cuando la vi: una mezcla de asco, risa y estupefacción. Se trató de una película descarnada sobre la carne, de una disección sin anestesia sobre el cuerpo.

Es una digna y superlativa representante de un género de culto aunque con frecuencia oculto como lo es el body horror, en el que se cuentan clásicos como La cosa o La mosca, de los fantásticos y por qué no, repugnantes John Carpenter y David Cronenberg, respectivamente. Un género que ha hecho del cuerpo el lugar del terror, de la deformidad, del fluido y de la amenaza.

El body horror desacraliza el cuerpo y lo pone a orbitar alrededor de la decadencia, el dolor y la mutación. Rompe con el imperio de la belleza de hecho, es su antípoda y propone el exacto negativo de la perfección promovida por la publicidad, por el cine o, incluso, por el mismo arte. Les muestra un dedo medio, torcido y sanguinolento, a las proporciones vitruvianas, a las pasarelas de Victoria’s Secret, a las ensoñaciones de los comerciales de la televisión o a las musculaturas fabricadas a fuerza de kilos y repetición en un gimnasio.

Esos dos puntos de vista sobre el cuerpo monstruosidad o hermosura, dolor o placer también han cuestionado a autores como Oscar Wilde, Guadalupe Nettel o Umberto Eco, entre muchísimos más. Pero también, estoy seguro, nos han cuestionado a nosotros mismos, que percibimos esa tensión entre esas dos miradas y sus puntos de intersección, que, a menudo, no son pocos.

Pero ¿el cuerpo es eso: tensión? Quizá, pero también es mucho más y mucho menos. El cuerpo es el vehículo con el que nos relacionamos con el mundo, con el que nos expresamos, con el que navegamos, con el que vivimos una vida. El cuerpo es nosotros mismos, más allá de lo estético.

Eso nos interesó en esta edición: lo que hay en el medio, lo que existe en la cotidianidad y, a menudo, pasa relativamente inadvertido. Quisimos masticar, por medio de historias que no necesariamente se enmarcan en conceptos de belleza y fealdad, lo que significa habitar nuestra propia carne, nuestra piel. Y les traemos esta edición llena de historias de valga decirlo carne y hueso. Pasen y lean.

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